La cadena de producción porcina en Santa Fe se desarrolla de diversas maneras y a distintas escalas. Para conocer un poco más y de primera mano estas realidades, se comparten tres historias de producciones santafesinas: un modelo empresarial donde la bioseguridad, el bienestar animal, el cuidado del medioambiente, la territorialidad y la sostenibilidad juegan un papel predominante hacia la pospandemia.
El caso de una cooperativa, que apuesta al agregado de valor, la “marca de origen” y la inserción laboral de los jóvenes que regresan al pueblo después de estudiar; y el caso de los productores chicos, que se disputan entre reconvertirse o abandonar la producción. Tres dimensiones en tres espacios diferentes pero que comparten un mismo horizonte: agregar valor y avanzar.
Raúl Lasorella fue gerente del área porcina de la empresa Las Taperitas (Williner) desde los 80 hasta que se jubiló. El esquema de producción de Lasorella se basa en seis ejes interrelacionados: bioseguridad, sostenibilidad, cuidado del medioambiente, tecnología, territorio y bienestar animal. “En producción animal, la bioseguridad es fundamental. Se debe apostar por granjas funcionales, en las que trabaje la gente justa y con mucha tecnología”, afirma.
La economía circular plantea un modelo caracterizado por la sostenibilidad, el ahorro de recursos y fuentes de energía (-40%). Los bienes se producen y entran en un ciclo de vida circular. El productor cosecha su maíz y su soja, lo almacena en su campo a una distancia no superior a los 50 km e instala un sistema de alimentación con toda la tecnología. “Producción de precisión, en un sistema único: fermento la soja, elaboro los alimentos que les doy a los animales, controlo cuánto come cada chancha, cada lechón, qué ingredientes”.
El tratamiento de efluentes permite su transformación en abono orgánico. “Nos ahorramos de 100 a 110 dólares por hectárea y cuidamos el medioambiente. El agua que saqué, potabilizada, se la doy de beber a los cerdos. El efluente (orina y agua de lavado), subproducto de producción, lo devuelvo al sistema como fertilizante”, detalla.
Otro eje es la sostenibilidad y la trazabilidad del producto. “Saber de dónde vino el cereal con el que se elaboró el alimento, cómo se elaboró, quiénes participaron, cómo le llegó al animal y buscando disminuir la cantidad de antibióticos”, agrega Lasorella.
La posibilidad de integrar la producción agrícola con la pecuaria, permite agregar valor a los granos. “Utilizar los granos de maíz, trigo, sorgo o soja para alimentar a los animales en tu propia granja, implica ahorro de fletes, acondicionamiento o comercialización. El silobolsa permite almacenar y conservar. Incorporar el sistema de fermentación para la desactivación de factores anti nutricionales del grano de soja, permite el reemplazo de harina o expeller, mejorando la microbiota intestinal por ende la salud de los animales y bajar el uso de antibióticos”, afirma el referente porcino.
“El chancho te hacía mal porque comía de los basurales. Mi abuelo le daba las sobras de su alimento y semita”, rememora. Hoy se busca que todos ganen: que un rosarino (o un neoyorquino) consuma buena carne de cerdo y que el productor le dé valor agregado a su agricultura con metodologías para alimentar a su cerdo de manera más eficiente y con mejor sabor.
En este tipo de sistemas, producir cerdo significa duplicar el valor del grano, al no llevarlo al puerto. “Partiendo de una hectárea, mitad maíz y mitad soja, se producen 2.400 kilos vivo de cerdo (20 animales). Para llegar a 120 kg y ser faenado, el animal comió 324 kg de alimentos (incluyendo el alimento de la madre): 223 kg de maíz, 84 kg de grano de soja fermentado y 16 kg de minerales, vitaminas y aminoácidos concentrados. Si vendés la soja en Timbúes, el gobierno se lleva el 33% (más la diferencia de la brecha cambiaria). Si exporto el cerdo, se me aplica sólo el 9% de impuestos”, detalla Lasorella.
"La posibilidad de integrar la producción agrícola con la pecuaria, permite agregar valor
Hoy el cerdo está a $ 127/kg vivo, y el precio del maíz y la soja está por las nubes. Con este número el productor tiene muy baja rentabilidad. Pero si produce y transforma su propio grano más el fertilizante orgánico, se puede agregar 100% más a la producción agrícola.
La sinergia de pasar de la transformación de proteína vegetal a la animal en origen, permite el cambio de paradigma: dejar el modelo agroexportador y pasar al agroindustrial y exportador, ingresando dólares al país. “Necesitamos producir más cerdo para compensar la carne vacuna que debe ir a exportación”, asegura el especialista.
El productor Raúl Lasorella considera que “deberíamos producir en Argentina”. Para el referente porcino, Raúl Lasorella, “deberíamos producir en Argentina”, ya que está disponible “toda la tecnología y el conocimiento para no provocar problemas en el medioambiente ni de bienestar animal”. Sólo falta el financiamiento. “Dicen que aún sigue en pie y que en agosto irá el presidente a China a firmar acuerdos.
Si a mí me permiten ir a un país, armar una granja y usar el maíz que hasta hoy compro, y me traigo la carne, la tierra, el sol y el agua, ¡cierro trato!. Y si le sumo cero problemas sanitarios y contaminación para mi país, ni te cuento”, enumera con un dejo de ironía. Cuando el debate formó parte de la agenda pública, varias provincias -entre ellas Santa Fe- se mostraron interesadas.
“Lo de las mega granjas me hace un poco de ruido. Nuestra idea es avanzar en los proyectos, pero fundamentalmente con los actores locales. Lo vemos más racional que comprar el paquete cerrado. Del lado chino puede venir el financiamiento”, respondió Daniel Costamagna, ministro de Producción de la provincia.
Para Costamagna el debate de los cerdos debe enmarcarse con una mirada más amplia: “Se necesita un acuerdo nacional alrededor del maíz en el que participen todos los sectores que tienen que ver con su transformación”. Porcinos, lecheros, ganaderos, productores de bioetanol, los que lo utilizan para la industria alimenticia y farmacéutica, y los exportadores.
El funcionario enfatizó en los créditos del Banco Nación con tasa subsidiada (con un fondo de $ 26 mil millones), que apunta a la producción de proteína animal a través de los granos. “Ingresaron casi 100 proyectos tanto del sector agropecuario como del industrial por alrededor de $1.600 millones”, dijo y, si bien no precisó la cantidad exacta, subrayó que “varios proyectos tienen que ver con la producción porcina”. Una de las limitantes que ve Ces la capacidad industrial instalada en la cadena de cerdo. “Estamos trabajando en un proyecto para mejorarla con varias empresas”, aclaró.
Por Iván Garbulsky / Especial para AgroClave