Soy socio de Isowean, en Monte Buey, y presidente de la Asociación Argentina Productores Porcinos. En nuestra zona, en el sudeste cordobés, se están experimentando grandes cambios con el desarrollo de establecimientos de generación y engorde estabulados. En un radio de 120 kilómetros solamente algunas empresas proyectan tener en producción a 11.500 madres, una población que convierte a esta zona de la provincia en una de las de mayor densidad de cerdos del país.
Así se generaron establecimientos regionales que modificaron el paradigma de la producción porcina zonal, trabajando fuertemente en el objetivo de generar escala y eficiencia. Hoy existen establecimientos en diferentes localidades, como en Marcos Juárez con 1000 madres, en Noetinger con 5500 madres, Isowean e integrados en Monte Buey con 6500 madres y la Mesa Porcina de Monte Buey, que nuclea a productores porcinos de entre 60 y 1000 madres en un claro ejemplo de asociativismo para generar escala y eficiencia.
Estas cadenas productivas que integran desde la generación del trigo, la soja y el maíz hasta la venta de carne de cerdo en el mercado interno y exportación tienen una dinámica económica en la región verdaderamente revolucionaria.
En este sistema intensivo o de confinamiento, los animales se encuentran en un medio donde las condiciones de tipo técnico y económico hacen que el objetivo primario de la explotación sea el máximo rendimiento a bajo costo por animal presente. Este escenario de producción lo convierte en un sistema que emplea numerosos empleados no solo para la construcción y adecuación de la infraestructura, sino también es altamente demandante de mano de obra calificada para su funcionamiento.
Al ser un sistema altamente demandante de alimentación y principalmente de energía (maíz principalmente y trigo en segundo lugar), esta manera de producir involucra fuertemente a los cultivos que más dinamizan la economía agrícola zonal, ya sea por insumos y fletes.
Uno de los principales insumos del paquete de producción está dado por el fertilizante, el cual consta principalmente de fósforo (P) y nitrógeno (N). En este contexto, la posibilidad de este sistema de cría y engorde de cerdos de poder recolectar eficientemente sus efluentes abrió la oportunidad de generar el mismo fertilizante necesario para empezar a producir su principal materia prima y, de esta manera, empezar un circulo virtuoso de agregado de valor, cuidado del ambiente y reciclado de nutrientes.
La posibilidad de abonar orgánicamente con efluentes posee ventajas respecto de la fertilización tradicional de síntesis química, como el aporte no solo de nitrógeno (N), fósforo (P) y azufre (S), sino también de Potasio (K), micronutrientes y materia orgánica (MO), mejorando las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo mientras nos resuelve el inconveniente de qué hacer con esos residuos en el campo.
Todos los residuos del sistema se depositan en la llamada "pileta de efluentes" en la cual mediante la instalación de una bomba y un equipo de pivote central en el lote se busca distribuir de manera eficiente y balanceada de acuerdo a los requerimientos del cultivo.
Mediante el fertirriego estamos encontrando mejoras significativas en indicadores de fertilidad química, entre los cuales se destaca un aumento de la disponibilidad de nitrógeno y fósforo.
Ensayos realizados por el INTA Marcos Juárez indican que la fertilización con efluente porcino logra incrementar hasta un 50% el rendimiento de trigo y 18% en maíz, que a su vez logra producir más grano por kilo de nitrógeno absorbido.
En años como estos, de extrema sequía durante el invierno, el sistema no solo se hace fuerte en la oferta de nutrientes sino también en su pequeño pero estratégico aporte de agua en momentos cruciales que pueden elegirse.
Por: Lisandro Culasso para La Nación