Para muchos productores de cerdos, la limpieza y desinfección son tareas que consideran una carga tediosa y costosa. Una buena higiene puede minimizar los problemas de enfermedades y maximizar la producción. Un buen nivel de higiene depende en gran medida la planificación y metodología de la limpieza y desinfección, la rutina, y el orden son fundamentales.
Las condiciones antihigiénicas afectan los parámetros productivos porque reducen la resistencia del cerdo a las infecciones, lo que permite que prosperen y se mantengan las enfermedades. Cuando los cerdos se encuentran con un alto nivel de infección, reaccionan con una respuesta inmunitaria. Esta respuesta afecta el crecimiento.
¿Qué podemos hacer para enfrentar los desafíos des de las etapas iniciales de la producción porcina?
Como bien sabemos, el principal objetivo de un buen programa de limpieza y desinfección es hacer un corte en el ciclo de contaminación de las enfermedades. Es decir, cada vez que se termina un ciclo -por ejemplo, de la lactancia o un traspaso de la recría hacía otras instalaciones o de la terminación a faena- debemos hacer un correcto lavado de las mismas para evitar que las enfermedades se mantengan y puedan contaminar a los nuevos lechones que van a ser alojados en estos lugares.
Para ello, lo primero que tenemos que hacer es desmontar todas las instalaciones (como comederos accesorios, separadores, lámparas etc.), para facilitar las tareas de limpieza. Luego, debemos hacer una limpieza en seco de estos espacios. ¿Cómo? Retirando por barrido o arrastre el material más grueso, los restos de alimentos, materias fecales, restos orgánicos que hayan quedado presentes luego de retirar a los animales.
Segundo, se debe hacer un prelavado, es decir, utilizar agua con una manguera de buen caudal con la intención de producir un remojado de las superficies. Posteriormente, usar un detergente que tenga la particularidad -por sus agentes tensioactivos- de permitir la liberación y el desprendimiento de las partículas (biofilm) y de esta manera facilitar y agilizar la tarea del lavado, así como la posterior desinfección.
Una vez que se dejó actuar el detergente, el mismo debe tener la capacidad de generar una buena cantidad de espuma para mantener la superficie más tiempo húmeda (mínimo 10 minutos) y permitir que estos agentes tensioactivos produzcan la liberación o separación de esta materia orgánica de las diferentes superficies.
Lo conveniente, si existe la posibilidad, para realizar el lavado profundo es utilizar una hidrolavadora (con agua caliente, mejor aún) o algún sistema que nos permita tener agua a una alta presión.
En general, las ventajas de las hidrolavadoras es que utilizan un menor volumen de agua y logran mayores presiones, generalmente entre los 150 -170 bar de presión. Distinto es con los sistemas de manguereo, que también se pueden utilizar cuando no se dispone de estas herramientas, pero que conllevan una mayor utilización de agua sin lograr el mismo efecto que con el hidrolavado.
Es muy importante que el personal del sector verifique la correcta calidad del lavado para poder hacer, en caso de ser necesario, algún retoque antes de que apliquemos el desinfectante.
Al momento de aplicar el desinfectante debemos considerar qué patógenos queremos controlar a través de éste, ya que no todos los desinfectantes actúan contra todos los patógenos.
¿Cuáles son las consideraciones a tener en cuenta a la hora de elegir qué desinfectante utilizar?
• Las temperaturas a las cuales van a ser expuestos. No todos los desinfectantes actúan igual a las mismas temperaturas, sobre todo cuando están en extremo. Tanto sea las temperaturas superiores como inferiores, existen algunos en los que debemos incrementar las dosis para asegurar el tiempo de contacto y exposición de los agentes para lograr una correcta acción de los mismos.
• El PH de las sustancias que se preparen. Las formulaciones con PH neutro generalmente requieren más tiempo de contacto con la superficie para inactivar, principalmente, virus envueltos y pequeños. Los virus son estables con productos de PH neutro.
• La calidad del agua, principalmente la dureza.
• La capacidad de acción frente al resto de materia orgánica.
• El tiempo de exposición para lograr la inactivación de los patógenos.
• Que no produzca daños a la salud, tanto de las personas que están operando con los productos como de los animales y el medio ambiente.
Las tareas de lavado y desinfección son rutinas que se realizan a diario en la granja y muchas veces no se considera su importancia o no se las valora, pero si se realizan correctamente seguramente garantizarán el éxito de la futura crianza.
Por Sergio Ferrero
Médico Veterinario / Departamento de Asistencia Técnica de Provimi Cargill
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