Los grandes volúmenes de efluentes que a diario se generan en un establecimiento porcino son una de las mayores dificultades con las que tienen que lidiar los productores.
Por lo general, como ocurre también en los tambos, se almacenan en una cava a cielo abierto, desde donde -en el mejor de los casos- luego los toma una estercolera para fertilizar algún lote agrícola. Pero esto está lejos de resolver varios de los problemas ambientales que genera, como la emisión de gases de efecto invernadero, olores nauseabundos, proliferación de moscas o la contaminación de napas. Tampoco es una técnica del todo segura ni económica, ya que las heces crudas contienen virus y bacterias que se diseminan por el campo, además de ser una tarea costosa, dado que requiere de equipamiento y horas hombre para realizarse.
Con este problema en la mira, el empresario Rubén Alcaráz pensó en transformar esos desechos en una oportunidad de negocio y se propuso agregarle valor. Incansablemente investigó en varios países, sobre todo Brasil, hasta que sintetizó su propia fórmula para elaborar un producto hasta ahora inexistente en el mercado argentino. Se trata de una enmienda orgánica rica en macro y micro nutrientes, pero con un alto contenido de dos elementos que sólo la naturaleza puede proveer: carbono y materia orgánica.
Valor agregado
La granja Don Darío, unos 30 kilómetros al norte de San Justo, surgió en 2013 con el objetivo de agregarle valor a los granos, que en ese momento sufrían altos descuentos por las retenciones. Como el lugar era “virgen” de enfermedades, la mejor opción no fue hacer carne sino genética, por lo que la actividad consiste en la multiplicación de Choice Genetic y la venta de vientres certificados (entre 1.200 y 1.400 al año) entre cientos de clientes de todo el país, además de algunas colocaciones en el exterior.
El establecimiento cuenta con 400 hectáreas propias, más 150 arrendadas, en las que se cultivan soja, maíz, trigo y girasol, casi todo con destino al alimento de sus animales. Cuenta con un plantel de 250 madres y el stock total de animales varía entre 2.800 a 3.200, que generan de 18.000 a 20.000 litros de efluentes diarios. Hasta octubre del año pasado, cuando instalaron el nuevo sistema, lo usaban para fertilizar el campo con una estercolera.
Alcaráz precisó, que cada animal produce entre 8 y 10 litros diarios de efluente, según la categoría: gestación, maternidad, destete. Cada uno -además- con una calidad particular, por lo que se homogeneiza en un estanque antes de a ser incorporado en la pista de compostaje. “En destete, por ejemplo, hay mucho alimento desperdiciado, porque el animal vuelca, y todo eso (granos, harinas, levaduras, azúcares) termina en el compost, mejorando la calidad”, explicó el propietario.
Con la eliminación de la cava se sacó un peso de encima. “Termina siendo una ventaja”, aseguró, ya que que además de los litros que se vuelcan de los animales “se suma la lluvia”. Y, cuando eso ocurre, los componentes químicos útiles para el fertirriego precipitan y para utilizarlos hay que removerla. “En cambio con este sistema todos los efluentes del día se elaboran al siguiente”, dijo. Mientras tanto se acumulan en un tanque sellado de cemento de 75.000 litros, con capacidad para almacenar durante tres días.
Componentes exclusivos
Después de ver varios sistemas en el exterior, Alcaráz diseñó uno adaptado a las características productivas de Argentina -pequeño y de gran rendimiento con ayuda del clima- y la construyó en un taller artesanal de San Justo.
El proceso consiste en el traslado del efluente por mangueras hasta la máquina, que se mueve (autopropulsada) sobre rieles por encima de una pista compuesta de aserrín o cáscara de arroz (celulosa inerte) a la que inyecta el líquido con una alta carga bacteriana. En la parte inferior, el mecanismo tiene un rolo dentado que va removiendo el aserrín. Todo bajo una cubierta de chapas transparentes que incorpora la acción solar en el proceso.
“Al iniciar el ciclo, después del tercer día, se ve que el aserrín se pone negro y empieza a tomar temperatura”, explicó el emprendedor. Al séptimo día alcanza hasta 70/75°C, logrando una alta actividad de bacterias aeróbicas. Mientras tanto, todos los días se remueve y se inyecta nuevo efluente. “Entonces de esa forma -explicó- se mezcla efluente con aserrín caliente; y las bacterias se retroalimentan del efluente y el agua, que es lo que no nos sirve, se evapora”. El proceso total dura entre 118 y 125 días, según las condiciones climáticas y el espacio disponible.
Dado que la tecnología -que depende de condiciones ambientales como temperatura, humedad, radiación solar- nunca fue probada en la región, Alcaráz está realizando análisis químicos periódicos para monitorear la calidad el producto obtenido. “Estamos viendo que tenemos muy buenas condiciones, ya que en 35/40 días tengo los mismos resultados de acumulación de MO, Carbono y N-P-K que Brasil en 60 días”, afirmó.
Las mediciones indica que contiene 25 partes por millón (ppm) de carbono (C), 20/22 ppm de Materia Orgánica (MO), 22/25 de fósforo (P), 15 ppm de nitrógeno (N), 20ppm de potasio (K), 8/10ppm de azufre (S) y “algo de sales, pero con muy buena conductividad eléctrica”. El PH final oscila entre 6.9 y 7.2, que no generaría ningún problema en el suelo.
Sin embargo aclaró que algunos valores dependen de la materia prima utilizada. Por ejemplo con más aserrín sube el contenido de C en el compost. “Y somos la única fábrica de carbono que competimos con la naturaleza”, alardeó.
La capacidad instalada depende del punto de saturación de humedad al que llegue la masa, pero estiman que la producción anual alcanzaría a 800/900 toneladas de enmienda con el actual plantel animal.
Fortaleza ambiental
El destino del producto aún es una incógnita porque no investigó el mercado, pero sabe que se orientará a la producción orgánica, sobre todo de olivos o huertas. Incluso a la exportación, previa autorización del Senasa.
“Por ahora los resultados entusiasman a más de uno”, sostuvo, y reiteró que se trata de “un producto nuevo en Argentina, con un alto volumen de generación en una granja de cerdo”. También consideró que “el valor de mercado del compost va a depender del volumen mensual que se pueda abastecer”.
La principal fortaleza, radica en que “es orgánico y no precisa ninguna reacción química en el suelo para que la planta lo absorba”. En tal sentido mencionó que si bien los niveles de fósforo parecen bajos, “tenemos índices muy altos en el suelo porque la planta lo aprovecha sin ningún tipo de problema, no tiene que transformarse para ingresar a la planta”.
Tampoco tiene definido el monto de la inversión, debido a la sucesión de pruebas y errores. “No teníamos idea de cómo funcionaba”, ya que se trata de una adaptación de varios sistemas que resumieron en uno. Pero estimó que en una granja nueva, que no necesitará construir una cava, exigiría un desembolso aproximado de u$s300/500 por madre gestante para aplicar el sistema. El mínimo serían unas 200 para tener un volumen que garantice continuidad.
La posibilidad de replicar el modelo en otras granjas, dijo, dependerá de la visión de cada empresario. “Es muy personal para el dueño de la empresa, viendo al efluente como una materia prima y generar valor agregado a algo que se tira”. A favor del plateo mencionó que, a diferencia de la cava y el fertirriego, “esto es de menor volumen, almacenable y transportable por ejemplo en bigbag”. Además precisó: “estamos hablando de una reducción de 15/18 veces a uno, que además es en polvo”, mientras que con el efluente líquido “no estamos tirando ni materia orgánica ni carbono”.
El otro beneficio asociado podría ser un sello ambiental que agregue valor a la producción animal. Con ese objetivo ya presentó ante autoridades provinciales las certificaciones de P+L (Producción Más Limpia). “Está en estudio en Medioambiente; va a ser el primer caso que una granja de cerdos no produzca efluentes, sino por el contrario un insumo para la agricultura”, finalizó.
Genética que triplica a la soja
La decisión de hacer genética en lugar de carne en el establecimiento Don Darío se dio por el inmejorable sanidad de la granja, que se montó nueva en un lugar libre de enfermedades ni carga bacteriológica. “Yo se que por 8 o 10 años voy a tener un status sanitario impecable y eso es un valor agregado a la producción”, explicó Rubén Alcaráz, su titular. Y afirmó que actualmente la facturación equivale a un campo de soja de 1.200 hectáreas, a un rinde de 30 quintales, pero con el riesgo minimizado. “Con una efectividad del 95%, porque el factor climático no afecta la producción de carne”
Juan Manuel Fernández | jmfernandez@ellitoral.com