El pasado 17 de junio, el Ministerio chino de Comercio anunció una investigación ‘antidumping’ contra carne de cerdo o casquería procedentes de la UE -tanto refrigerados como congelados-, así como grasa de ese animal y derivados de ellas o de vísceras.
Según datos de las Aduanas chinas, en 2023 el gigante asiático importó 1.537 millones de dólares procedentes de España en esos productos.
Esas pesquisas, cabe recordar, no afectan a productos estrella de España como el jamón o los embutidos, aunque esos alimentos apenas sumaron unos 40 millones de dólares en exportaciones a China el año pasado.
El país asiático es un importante destino para despojos y partes menos cotizadas en Europa como orejas, morros o pies de ese animal.
Según Éva Gocsik, analista del banco holandés Rabobank especializada en el sector de fuentes animales de proteína, la dependencia de China del cerdo europeo es limitada: si bien el 50 % de sus importaciones proceden de la UE, las compras al exterior solo cubren en torno a un 5 % del consumo total de esta carne, la favorita de los consumidores chinos.
La UE llegó a destinar a China un 55 % de sus exportaciones de cerdo en 2020 ante la falta de producción tras una grave epidemia de peste porcina africana, pero la cifra bajó al 30 % en 2023 a medida que se recuperaba la cabaña nacional y, en los cuatro primeros meses de 2024, había descendido otro 19 % interanual, apunta la experta.
En cualquier caso, cualquier medida restrictiva a nivel comercial supondría un impacto negativo para el porcino europeo, que debería colocar sus productos en mercados que compran menos cantidad, como otros en Asia, que pagan menos, como África, o en los que tendría que competir con países como Estados Unidos, como es el caso de México.
China se deja querer
Un día después de que se anunciase la investigación, el rotativo oficial Global Times citó a un experto apellidado Ma que advertía: «Si los exportadores europeos se ven afectados, hay otros exportadores a nivel global que están esperando a hacerse con su cuota de mercado, como Brasil, Canadá, Estados Unidos o Rusia».
Gocsik cita precisamente a Brasil como principal candidato, situando a Estados Unidos, Canadá y también a Argentina en un segundo plano. No obstante, la analista advierte de que esto supondría desviar flujos comerciales desde otros mercados, ya que el suministro ya está fijado a corto plazo.
Asimismo, en el caso de las vísceras no sería tan fácil como buscar otros proveedores, ya que la UE supone casi un 60 % del suministro global.
En caso de mirar al continente americano, los obstáculos son las tensas relaciones con EE. UU. y, en el caso de Brasil, que todavía hay «pocas plantas» a las que China ha dado el visto bueno para importar estos productos.
No todo sería de color de rosa para Brasil, matiza la experta: su competitividad en los mercados asiáticos se vería lastrada si el porcino europeo pierde acceso a China y sus precios caen.
China anunció en enero que autorizaría la importación de cerdo proveniente de Rusia en el marco de las cada vez más cercanas relaciones entre Pekín y Moscú, que podrían hacer que el país boreal emergiese como un «actor importante» en el mercado mundial de exportaciones de cerdo y sus vísceras, algo que hasta ahora no era.
En cualquier caso, Gocsik apunta también a otra posibilidad: que China simplemente no sustituya las importaciones.
Y es que el país ha incrementado su producción «de forma significativa» y busca que repunten los precios, bajos por el exceso de oferta, para ayudar a los productores a cubrir pérdidas.
«Las medidas ‘antidumping’ contra el cerdo europeo podrían traducirse en una escasez temporal de vísceras de cerdo, pero el impacto sería limitado», apunta la analista, que considera que la iniciativa de Pekín responde más al perfil de represalia que a preocupaciones por la competencia desleal.
La analista cree también que todavía hay espacio para un acuerdo político.