Desde el pórtico de ingreso, la imagen es la de un campo agrícola, donde el maíz tardío espera para su recolección. La escena, con el mismo actor, se repite en el interior de Las Chilcas, el establecimiento ubicado en el departamento Río Seco, en el extremo norte de la provincia. Sin embargo una recorrida profunda permite avizorar un cambio en el escenario, en el cual la ganadería es también protagonista de una película basada en un modelo de producción integrada, que desde hace 20 años dirige y conduce la familia Aguilar Benítez.
Buena parte de ese maíz, que integra la unidad agrícola del establecimiento en partes iguales con la soja y con la participación también del trigo, garbanzo y sorgo, nunca llegará a puerto. En forma de picado para silo o de grano, el cereal abastece desde 1996 un feedlot con una capacidad instantánea de 14 mil animales, donde se recrían y se engordan actualmente 18 mil cabezas al año; y desde septiembre de 2013 provee de energía a una granja porcina con 500 madres en producción. En definitiva, esa fuente de energía que hoy todavía se ve en los lotes se convierte en más de cuatro millones de kilos de carne al año.
“Hoy estamos con 500 madres que producen individualmente 3.400 kilos de capón por año. En el feedlot producimos 2,5 millones de kilos por año, entre el engorde propio y el servicio de hotelería que prestamos”, aseguró Andrés Aguilar Benítez, coordinador de la empresa familiar que integra junto a sus cuatro hermanos y que preside su padre, Mario.
Autoabastecimiento
Ambas unidades de producción de carne consumen actualmente 50 por ciento de la producción agrícola que genera Las Chilcas; pero el objetivo es que “se coman” dentro de tres años todo los granos obtenidos.
Según Andrés, con la puesta en marcha del proyecto de dos mil madres porcinas –en 2018– y una capacidad instalada en los corrales para 20 mil vacunos, que les va a permitir engordar 30 mil animales al año, se van a consumir buena parte de la soja y toda la producción de maíz. Entre cerdos y novillos, la producción de carne superará en esa etapa las 9.000 mil toneladas anuales.
“La estrategia es aplicar el concepto que heredamos de mi padre, que hace ganadería en este campo desde hace 35 años, y que se respeta a rajatabla: darle valor agregado a todo nuestro maíz. Y en esa dirección vamos”, sostuvo Andrés.
Agricultura, al servicio
Con el maíz y la soja integrando la rotación en partes iguales, el cereal tiene en Las Chilcas una estrategia de siembra tardía, implantado en diciembre. “Tenemos la suerte de tener la necesidad de rotar los cultivos en el lote. Una de las reglas que seguimos es que lote de maíz que se pica luego recibe un trigo, ya sea para cobertura o para grano si la productividad es buena”, comentó Santiago Aguilar, el encargado de la unidad agrícola en el establecimiento.
Como el principal objetivo es obtener la mayor cantidad de mega calorías por hectárea, el maíz para picado se lleva las preferencias. Dentro de ese esquema, la asignación de los lotes no permite que uno que haya sido picado vuelva a ser utilizado para silo al año siguiente. En el medio tiene que haber un maíz destinado a grano. Sí puede ocurrir que un lote que inicialmente iba a ser destinado para silo se termine cosechando para grano, si su rendimiento de materia seca no es el esperado. “Pero no tiene que haber sido picado en la campaña anterior”, aclaró Santiago.
Granja biosegura
El ingreso del cerdo a Las Chilcas se produjo en septiembre de 2013, con la llegada de las primeras abuelas Topic 20 desde Brasil, las encargadas de gestar a las madres que finalmente producen la carne.
Más allá de lo referencial de esa fecha, el proyecto porcino había comenzado a tomar cuerpo el 1° de enero de ese año con el inicio de las obras civiles. Si bien las instalaciones albergan hoy a 500 madres, la mayor parte de su infraestructura (agua, electricidad, planta de balanceado, fitosanitarios y laboratorio) está dimensionada para 2.000 madres, una cifra a la que se pretende llegar en 2018.
Es la única granja de Córdoba y una de las pocas del país libre de micoplasma, lo que exige muchos controles de bioseguridad. “El estatus sanitario hace que la productividad sea más alta que en otras granjas. Hay un ahorro en vacunas, lo que logra un bienestar animal en una población total de 7.500 cabezas entre todas las categorías”, indicó Mario Aguilar, el encargado de la granja.
Dentro de los costos de producción del cerdo, el alimento tiene una alta incidencia: participa con el 75 por ciento. Y en valor de la dieta, el maíz y la soja representan el 90 por ciento. “Teníamos un excedente de maíz y vendíamos el 100 por ciento de la soja. Como fuente proteína para el feedlot , la soja es cara, pero para el cerdo la proteína de la oleaginosa es más eficiente”, justificó Andrés.
Construida con equipamiento de última generación de fabricación belga, española y holandesa, la granja está dividida en tres sectores: el sitio uno, donde están las salas de reproducción y maternidad, que exige un elevado nivel de asepsia; el sitio dos, donde está la recría, y el tres, con el engorde.
La primera camada de capones salió del establecimiento en septiembre pasado. A partir de ese momento, la salida de animales terminados para faena se produce semanalmente y cada capón tiene un ciclo de 172 días.
La granja integra el Grupo de Intercambio Tecnológico de Explotaciones Porcinas (Gitep), una liga donde participan las 22 explotaciones más tecnificadas del país. Los primeros resultados productivos presentados por el establecimiento cordobés en ese ámbito indican que va por muy buen camino.
Conversión
Las razones del cerdo. Si bien el pollo resulta más eficiente que el cerdo a la hora de convertir materia seca en carne (cada dos kilos de alimento produce uno de carne, mientras que el cerdo, para producir un kilo de carne necesita ingerir tres), la cantidad de kilos producidos por reproductora favorece al cerdo. Una gallina aporta 450 kilos de carne por año, mientras que una cerda madre aporta en la granja 3.400 kilos al año.
Libre de micoplasma. Una de las apuestas de Las Chilcas fue hacer que la granja sea libre de micoplasma, un estatus que ya se mantiene desde hace casi dos años, cuando ingresó el primer cerdo. Esa condición se refleja en su productividad.
Fuente: La Voz del Interior