El número de cerdos en China ascendió a 423 millones de cabezas en 2023, que representan más de la mitad de la población porcina del mundo; y que fue devastada por la epidemia de “fiebre porcina” que flageló a la República Popular entre 2018 y 2021, en la que se perdieron más de 400 millones de unidades que debieran ser eliminadas al resultar infectadas, lo que significa que adquirió características verdaderamente catastróficas.
Esto hace que el precio de la carne de cerdo, que es el principal producto de consumo de la dieta popular, haya experimentado extraordinarias oscilaciones, hundiéndose y adquiriendo luego niveles récord sucesivamente.
Hay que advertir que en el momento más álgido de la epidemia los planteles de cerdos de la República Popular cayeron a un mínimo histórico de 314 millones de cabezas en 2019.
En ese momento el precio de la carne porcina alcanzó un récord histórico a contar desde 1949 con un aumento de más de 60% respecto al promedio de los 10 años previos; y con posterioridad, una vez concluido el flagelo, se hundió a los niveles más bajos de la historia, acentuando un clima de deflación en la República Popular.
Hay que agregar que China, con una población de 1440 millones de personas, consume 57 kgs de carne de cerdo por habitante y por año, que es el mayor nivel del mundo.
El proceso de reformas y de vuelco a la globalización que desató en 1978 Deng Xiaoping tuvo como primera y fundamental consecuencia un vuelco masivo al consumo de proteínas cárnicas por la población china.
El problema de la industria cárnica en China desde el fin de la epidemia es su sobrecapacidad de producción, lo que ha tenido un efecto directo en la volatilidad extrema que caracteriza su precio en el mercado doméstico.
El precio de la carne de cerdo es un componente principal del índice de precios al consumidor (IPC) que es la expresión esencial de la tasa de inflación doméstica, y que el año pasado ascendió a menos de 3% anual.
Los datos centrales de la economía china han adquirido una importancia global porque allí se encuentra el mayor mercado de consumo del mundo; y es de señalar que la crisis inflacionaria desatada por la guerra de Ucrania ha impactado al sistema global en su conjunto, con la excepción muy notable de China / Asia.
El resultado de esta profunda discordancia es que las ventajas competitivas de las exportaciones chinas son cada vez mayores, lo que ha desatado una verdadera histeria en Europa y EE.UU que temen verse inundados por un verdadero alud de productos de la República Popular.
China no es sólo la segunda economía del mundo después de EE.UU, sino también el mayor mercado mundial de modo que sus indicadores domésticos, como el precio de la carne porcina y el nivel adquirido por la IPC tienen influencia directa en la economía global.
La situación inflacionaria de la República Popular es la siguiente: El IPC cayó 0.8% en enero debido a una declinación de 5.9% en el precio de los alimentos, encabezada por un auténtico derrumbe de 17% en los valores de la carne porcina en lo que va del año; sin embargo, la inflación subyacente sin alimentos ni energía o “core inflation” se mantuvo positiva con un alza de +0.4%. Esto nada tiene de deflación (destrucción general de precios), sino que es una muestra de volatilidad extrema ocasionado por las oscilaciones extraordinarias del precio de la carne de cerdo, que cayó 13.6% en 2023.
Al mismo tiempo se está modificando a ojos vista la estructura dietaría de la población china, especialmente entre los 500 millones de habitantes de la nueva clase media con niveles de ingresos comparables a los norteamericanos (U$S35.000 / U$S 45.000 anuales).
Es un hecho que esta nueva clase media tiene gustos cada vez más sofisticados en materia alimentaria, y una preocupación creciente por la salud y el sobrepeso de sus integrantes que aspiran todos ellos a una “Vida buena y sana”.
Por eso es que cae la demanda de la carne de cerdo, y esta es claramente una de los componentes fundamentales de la caída vertical de sus precios en el mercado doméstico.
No hay deflación en China, sino una modificación estructural e irreversible, un cambio de época.
Jorge Castro / Clarín