Las estadísticas de la producción porcina nacional dan cuenta del fuerte crecimiento que ha tenido esta actividad en el periodo que va de 2003 al presente, resultado de una política consistente a favor del agregado de valor en origen, la sustitución de importaciones y el fortalecimiento del consumo interno.
El primer dato es que entre 2001, último año de vigencia del régimen de la convertibilidad, y 2014, la producción de carne porcina pasó de 212.558 a 442.025 toneladas, de acuerdo a los datos del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, marcando un crecimiento de 108 por ciento, a partir de una faena que pasó de 2,45 a 5,11 millones de cabezas.
Este aumento de la producción se tradujo en una menor dependencia de la importación de carne de cerdo, lo que representaba una verdadera contradicción en un país que tiene grandes saldos exportables de maíz y soja, los principales componentes del a alimentación porcina.
Así, las 61.709 toneladas que se importaban en 2001 se redujeron a solo 8.929 toneladas en 2014, o sea un 85% menos. Esto significó un ahorro de divisas en compras al exterior, con la consecuente transferencia de la oportunidad para los productores porcinos argentinos y su cadena de valor.
En materia de exportaciones, en 2014 se alcanzó un récord de 7.543 toneladas, versus las 1.605 enviadas al exterior en 2001.
De esta forma podemos decir que si en 2001 se importaban 38,4 kilogramos por cada kilo exportado, en 2014 se importaron 1,2 kilos por cada kilo exportado, es decir 32 veces menos.
Por otra parte, el consumo per cápita de los argentinos creció 45% al pasar de 7,34 a 10,65 kilogramos al año, en el período considerado.
“El caso de la cadena porcina es una muestra de que la Argentina puede incrementar su producción de materias primas agrícolas, incrementar sus exportaciones, pero al mismo tiempo hacer crecer sus cadenas de valor, diversificar el consumo, ahorrar divisas, atraer inversiones y generar empleo, afirmaron desde la Corriente Nacional Agraria y Popular (CANPO).