El maíz es el principal aporte de energía en la dieta porcina. Se estima que la alimentación del cerdo explica entre el 65 y el 70 por ciento del costo total de producción. Con la abrupta quita de retenciones a la exportación de maíz de 20 puntos a cero en diciembre pasado, el precio de este cereal se disparó de $1.290 la tonelada (pizarra Rosario del 30 de noviembre de 2015) a $3.000/Tn (precio aproximado al momento de redacción de esta nota).
Por supuesto, no sólo la quita de retenciones es la causa del aumento del precio, pero sí es una de las variables determinantes. A ello habría que sumar el sinceramiento del tipo de cambio que llevó el dólar oficial casi al doble del precio, la relación entre disponibilidad y demanda del cereal en el mercado interno y en el internacional, las cuestiones climáticas, entre otras variables que se sumaron a la quita de retenciones para generar este brutal aumento.
Algunos analistas consultados por TodoCerdos sugieren que para tener rentabilidad con buenos niveles de eficiencia en la producción porcina, es necesario que el costo del maíz no supere los $1.400/Tn.
De allí se desprenden dos consideraciones. La primera es “figurita repetida”: aumentar la eficiencia es fundamental. Se cree que alrededor del 50% de los productores podrían aumentar significativamente la producción en sus criaderos con pequeños ajustes tranqueras adentro, que posibilitarían una baja en los costos de producción y, por tanto, un aumento del margen de ganancias.
La segunda consideración es un poco más compleja: el precio del maíz. Nadie en el contexto actual está en condiciones de afirmar que en el corto y mediano plazo el precio del cereal baje hasta los $1.400/Tn que parece requerir la rentabilidad del productor porcino. Aquí es donde entra en juego el costo de flete al puerto. No hay maíz que valga $1.400 dentro de las zonas históricamente productoras de cerdos como las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
Un nuevo mapa para la porcicultura
Con un nuevo escenario económico tanto en el plano nacional como internacional, entran en juego nuevas variables que pueden cambiar la distribución geográfica de la producción porcina nacional, como es el caso del costo del flete del maíz producido.
Las estimaciones sugieren que aquellas regiones ubicadas aproximadamente a más de 700 kilómetros de los puertos, son las que poseen mejores posibilidades para la producción porcina, debido a la incidencia del costo de flete del maíz al puerto. Esa distancia puede ser mayor o menor en función de las variaciones tanto del precio del maíz como del costo del flete, pero es claro que la producción porcina nacional cambiaría de forma. Se estaría reconfigurando el mapa.
Aquellos productores de maíz que se encuentran fuera del radio de 700 kilómetros de los puertos (Rosario, Bahía Blanca y Quequén, etc.) tienen un costo de flete tal que roza la inconveniencia y optan por venderlo para alimentación animal a establecimientos porcinos y ganaderos geográficamente más próximos. De esta manera, están apareciendo criaderos de cerdos en zonas nuevas, distantes de los puertos.
La producción porcina nacional está asistiendo a un cambio sin precedentes, al menos en lo que respecta a su distribución en la geografía del territorio nacional. En provincias como La Pampa, Río Negro, Mendoza, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Salta y Jujuy, las condiciones son favorables para el desarrollo de la producción porcina y desde TodoCerdos hemos informado sobre ello en repetidas ocasiones durante los últimos meses.
Por supuesto que al ser actividades incipientes en esas distantes regiones, los flamantes productores se encuentran con obstáculos posteriores a la cría, relacionados fundamentalmente con la falta de infraestructura para faena y comercialización, materia pendiente que deberá ser resuelta en el corto plazo para instalar la actividad porcina como una excelente opción de desarrollo regional.
Alternativas para los productores históricos
Dentro de la región pampeana las principales provincias productoras de cerdos del país son Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Según un informe elaborado por INTA en el año 2010, Buenos Aires posee el 28 por ciento de las cabezas porcinas, Córdoba el 26 por ciento, seguida por Santa Fe con el 16 por ciento del stock nacional de cabezas de porcinos. A estas tres les siguen las provincias de Chaco y Entre Ríos respectivamente.
Existencias porcinas y plantas de faena y chacinados hasta el año 2010. Fuente: INTA
“Acá hay tres grandes problemas –dice el veterinario Fernando Garófalo, especialista en Cadena de Valor Porcina, consultado por TodoCerdos- el precio del maíz es un problema. Otro tema es que no hay maíz físico. El puerto paga en efectivo a 21 días, en cambio el productor de cerdos suele pagar a 30 días con cheques. De eso se desprende un tercer problema, que es financiero. Entonces, al productor de maíz, le conviene venderlo a puerto y no a un productor de cerdos aunque sea vecino del campo”.
Por estos días se asiste a un cambio evidenciado porque productores de maíz del sur de Córdoba venden con destino a San Luis y Mendoza, los de La Pampa lo venden a Río Negro y Neuquén, el norte del país se autoabastece, y así sucesivamente.
Asumiendo, en el peor de los casos, que el Estado Nacional no tome medidas en beneficio del sector porcino, y este poco prometedor escenario se mantenga en el tiempo, es justo preguntarse qué alternativa tienen los porcicultores bonaerenses, cordobeses y santafecinos. “Una alternativa para las zonas más cercanas a los puertos -dice Garófalo- es que los productores se sumen a la cadena de valor, porque el productor primario neto, que solo produce cerdos en pie y los vende, sean lechones o capones, ve reducidas las opciones con toda esta situación”.
Para Garófalo “La cadena de valor es lo que va a permitir capear el temporal a los productores porcinos. Los niveles de ineficiencia actuales en el eslabón primario, pueden compensarse con el beneficio del eslabón comercial, que es sumamente lucrativo”.
Poner una carnicería porcina no es la única alternativa, sino que hay otras modalidades de comercialización viables, como es el caso de la venta de ciertos cortes de carne envasada al vacío o con atmósfera controlada, que cataloga al producto como una semiconserva y tiene un inmenso mercado, ampliado porque entra en la categoría de tránsito federal y sesenta días de plazo para su consumo, a diferencia de la carne fresca cuya circulación es más restringida por cuestiones sanitarias y vence a los siete días.
Es fundamental considerar la realidad del comercio de la carne de cerdo, cuyo precio al productor sigue en baja y el precio en góndola aumenta, completamente ligado al funcionamiento del mercado, sin ningún tipo de intervención por parte del gobierno. Cuando lo único que rige es la ley del mercado, se está dentro del sistema, o se está fuera. No hay grises.
El productor primario tiene que entrar y tomar una fracción del mercado; para ello debe diferenciarse. Los grandes frigoríficos no llegan a los barrios y esa es una porción del mercado que está lista para ser tomada por el productor porcino. “Poniendo tres costeletas en una bandeja envasada al vacío y habilitando el producto, los pequeños productores pueden vender en verdulerías, mercaditos, rotiserías, queserías; todos los lugares que se te ocurran a los que el frigorífico no puede entrar con la carne fresca”, dice el especialista en Cadena de Valor, y aclara: “El negocio del frigorífico son los grandes volúmenes, que le permiten bajar el precio que le paga al productor, en cambio el productor puede elevar ese precio de su propia mercadería porque achica la unidad, lo que le permite aumentar el precio del kilo, y deshacerse de los intermediarios. La solución para el pequeño productor es entrar en la cadena de valor, hay casos de sobra para demostrarlo”.
Juntarse, asociarse, fundar cooperativas, UTEs (Unión Transitoria de Empresas), son algunas de las opciones que muchos productores porcinos de la zona núcleo están llevando adelante para poder trabajar su propia mercadería y quedarse con una porción de la inmensa torta comercial que actualmente está en pocas manos. Las nuevas reglas, las del mercado, exigen que el productor salga a pelearla desde otro lugar, ya no sólo como simples chancheros, sino como empresarios cárnicos dispuestos a pensar alternativas para la sobrevivencia de la actividad y su rentabilidad.