Más de un vegano se le vendría al humo a Mario Aguilar Benítez cuando habla del bienestar animal, pero el director del establecimiento agroganadero Las Chilcas, ubicado en el norte de Córdoba, asegura que esa filosofía de manejo es la que precisamente sostiene su negocio.
“Eso de pensar que en la producción intensiva los animales están hacinados y no lo pasan bien es erróneo. Además, ningún planteo ganadero puede ser productivo sin bienestar animal. Una vaca no puede quedar preñada si no tiene buen alimento y condiciones sanitarias y lo mismo las cerdas”, afirma Aguilar en diálogo con Bichos de Campo.
Aguilar remarca que sus tasas de parto en cerdos son de más del 94% promedio anual. “Esa tasa de parto sólo se logra si las cerdas están en situación de confort y bienestar. Esa es la diferencia que te permite lograr una granja eficiente al final del día”, indica.
La empresa manejada por Mario Aguilar y sus cuatro hermanos se dedica hace más de 30 años a la cría, recría y engorde de ganado bovino y porcino y a la producción agrícola; pero también puso el foco en la sustentabilidad para lo cual montaron una bioindustria donde tienen una mini dest diseñada para la conversión del maíz en energía y alimento para la ganadería.
A su vez mediante un biodigestor producen desde biogás y biofertilizante para abonar el maíz. También producen bioetanol de maíz, necesario para cortar las naftas.
Aguilar evidencia que su principal negocio es el maíz y que a partir de él se arma toda la economía circular con el biodigestor como punto central para obtener los subproductos. “Con el maíz logramos convertir carne y energía”, apunta.
“Somos cinco hermanos y cada uno de nosotros tiene un área específica de negocio en Las Chilcas. Yo por ejemplo estoy encargado de la granja porcina y de la recría a pasto que hacemos en un campo más alejado”, manifiesta Aguilar, aunque aclara que todas las unidades de negocio están muy integradas.
“Somos tres varones y dos mujeres y compartimos el directorio de la empresa entre todos. Todos estamos arriba de los 40 años, con varios años de experiencia a cuestas, y lo particular es que mis hermanos tienen distinta experiencia profesional y nos complementamos”, analiza Benítez, quien antes de tomar el negocio familiar se dedicó muchos años a las finanzas corporativas trabajando para multinacionales fuera del país, sobre todo en empresas del rubro energético.
Con el bienestar animal y la sustentabilidad logran un círculo virtuoso en Las Chilcas, donde los desperdicios de una unidad de negocio se conviertan en un insumo para otra unidad productiva.
Como punto a resaltar de la granja porcina de Las Chilcas, es una de las pocas en todo el país libre de micoplasma, lo que exige muchos controles de bioseguridad. En efecto, ese status sanitario es el que hace que la productividad sea más alta que en otras granjas y hacen un gran ahorro en vacunas.
De este modo, el maíz es grano para alimentar al ganado pero también un insumo para producir etanol. De ese proceso se obtienen la burlanda y la vinaza; la burlanda se vuelve alimento para el feedlot y la vinaza un sustrato para el biodigestor.
El estiércol vacuno y el purín de cerdo también se utilizan para producir biogás en el biodigestor, el cual regresa a la industria haciendo eficiente el proceso ya que reemplaza el gas GLP que deberían comprar por un biogás producido en el propio establecimiento. Y a su vez obtienen un biofertilizante, el cual pasa a un depósito o laguna que usan como fertilizante para sus cultivos.
Las Chilcas lo tiene todo: economía circular y ganadería sustentable con bienestar, mucho más que una filosofía, la clave de su rentabilidad.
por Julia Luzuriaga / Bichos de campo