– Esta medida no solo afectará a los productores argentinos, desde hace tiempo golpeados por los distintos acontecimientos que se han sucedido: guerra y aumento de los granos, devaluación y aumento de insumos en dólares, disminución de las ventas y consecuente caída del precio pagado en pie, sino que de acuerdo a nuestro análisis profundizará la situación distorsionando el mercado interno, ya atestado de carne ante la pérdida del poder adquisitivo y la recesión.
– Las bajas rentabilidades, de centavos por kilos, solo pueden ser soportadas por las grandes unidades de producción, desapareciendo sistemáticamente productores pequeños y medianos, familias que se afincan en el interior de las provincias productoras, fundamentalmente Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que abandonan el medio rural migrando a las ciudades, en un proceso de vaciamiento muy difícilmente reversible. En el anuario 2022 de la SAGPYA se informa la disminución del 3.4 % de los establecimientos con respecto al 2021, lo que significa la pérdida de 2.720 productores.
– La competencia desleal de la importación de carne de cerdo que implica el ingreso desde países donde no solo los costos de producción son menores por la escala (Brasil 4ª productor y exportador mundial), donde además se acepta el uso de estimulantes del crecimiento prohibidos en Argentina, sino que además lo harán con exenciones de impuestos que nuestros productores si pagan.
– La carne de cerdo producida en nuestro país tiene excelente calidad y su precio es siempre menor a la de la carne bovina, a la cual reemplaza. Su precio está en relación a lo que se paga en pie al productor, un rendimiento de alrededor del 80% a la faena y el resto son rentabilidades que le agregan por lo menos 3 actores más de la cadena (matarife, abastecedor y carnicero) o el supermercadismo que a veces asume más de uno de esos roles, que por supuesto ganan más que el productor mismo que es quien asume los mayores costos (económicos y financieros) y los riesgos. Según informes publicados se estima que el precio pagado al productor por kg. en pie se multiplica por 2.5 veces cuando llega a la góndola.
– El productor recibe en el mejor de los casos hoy 1150 pesos por kilo vivo, vale decir que un kilo de cerdo faenado salido de frigorífico tiene un costo aproximado de 2000 pesos el kilo, con un desperdicio del 8% (cabeza, patas, manos, cuero y grasa, que podría recuperarse) para ser vendido fresco en carnicerías. El promedio de cortes tiene un valor de 4500 pesos al público.
Esta es una actividad que en los últimos años tuvo un crecimiento sostenido basado en el incremento exponencial del consumo de carne que pasó de los históricos 8 kg. habitante año de comienzo de la década del 2000 a los 17 kg. actuales, lo que significó un incremento del 110 %.
Esta cadena hoy con 400 mil madres en producción y más de 8 millones de cerdos faenados, con una distribución federal de su stock, genera en su cadena más de 90 mil puestos de trabajo.
Es por esto que desde el CIAP alertamos sobre el impacto negativo que tendría la apertura indiscriminada sobre esta actividad, que como expresamos genera valor agregado en origen, inversiones, puestos de trabajo, arraigo rural y desarrollo de los territorios.
Y reclamamos al Gobierno Nacional que implemente las acciones necesarias para mitigar las consecuencias de la decisión tomada, con el fin de evitar que los pequeños y medianos productores desaparezcan del sector productivo.